Es viernes y tengo el cerebro modo festivo, así que disfruta de la columna de a continuación.
🚀 Esto es WATIF chill, la newsletter en la que reflexionamos sobre este mundo cambiante desde un punto de vista más personal. El resto es… el finde.
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Gran parte de mi niñez la pasé con manoletinas en los pies. Mi madre aprovechaba cualquier ocasión para vestirme con ellas: desde acompañarla al supermercado hasta eventos familiares o la celebración de mi Comunión. Las tenía en marrón, azul marino, con brillo y sin él. Puede que el trauma amplificara el recuerdo. Cuando entré en la adolescencia, decidí que no las calzaría más. Fue un acto liberador.
Ahora, con la llegada del otoño, vuelven a estar de moda, igual que el ante o el estampado animal. La lealtad es quebradiza, y cuanto más veo a chicas estilosísimas llevarlas en redes sociales o en algún anuncio, más me planteo: ¿realmente me gustan o solo me estoy dejando llevar por la tendencia?
Sé la respuesta, pero no puedo evitar preguntarme si mi aversión a ese tipo de calzado ha evolucionado con el tiempo; si ahora yo también quiero ser una más. Algo similar me pasa con los mocasines negros y los calcetines blancos, llevar el pelo sucio y tacharlo de clean look o la preferencia de la temporada por el color rojo. Es curioso cómo algo tan masificado despierta un sentimiento de singularidad.
Este proceso de homogeneización no solo afecta a nuestra forma de vestir, sino a otras decisiones vitales: ¿dónde paso las vacaciones? Todo el mundo visita Japón. ¿Debería poner una de esas lámparas virales en mi salón? ¿Casarse también implica tener una mesa de acuarelas en la boda?
Son microtendencias, pequeñas burbujas de interés con fecha de caducidad que el mercado aúpa tan rápido como las deja caer. A pesar de ser pasajeras, tienen la capacidad de convertirse en mainstream y moldear nuestra identidad. En primavera fuimos coquette, a inicios de verano brat y acabamos la época estival siendo demure. Somos iguanas mudando de piel al ritmo de lo que se populariza en las redes sociales. Lo que antes se construía en comunidad, a través de los amigos, la música, los libros o la familia, ahora se forja de manera individual.
Hoy en día, las tendencias ya no vienen marcadas, generalmente, por las pasarelas, las revistas o las celebridades. Con la aceleración de su ciclo de vida y los cambios en los procesos de adopción, cualquiera puede poner algo de moda, incluso una adolescente de 15 años desde su habitación en un pequeño pueblo de Alabama o de Madrid.
Internet es nuestra mayor fuente de inspiración y de consumo. No es lo mismo dar un hot girl walk con un conjunto monocromático de Oysho que con la camiseta promocional de una discoteca que visitaste hace años. Las marcas lo saben: solo Shein publicaba entre 700 y 1.000 nuevos productos al día durante 2022. Compramos la estética de una microtendencia para poder adoptar esa actitud, aunque, en el camino de construir nuestra identidad, corremos el riesgo de dejar una estela de excesos. Como dice la youtuber Salem Tovar, «puedes comprar una personalidad en una caja y devolverla cuando deje de ser popular».
Sobre el etiquetado identitario que se crea alrededor de las microtendencias (levantarse pronto, hacer algo de deporte en casa y tomar un desayuno más estético que nutritivo es ser una that girl) reflexiona Cazzie Davies en un artículo reciente en la publicación Air Mail. La periodista argumenta que el nivel de catalogación de las microtendencias roza lo absurdo y que, por eso, ha creado esta tabla para «lavar el cerebro a toda una generación» y que reduzcan, jocosamente, su identidad a una actitud.
«Solo tienes que añadir una palabra cualquiera de la columna Comestible/Erótico, una de la columna Estético y una de la columna Sustantivo y ya tienes una campaña o un plan de marketing viral. Si la etiqueta que se te ocurre no parece tener sentido, ¡no te preocupes! El sentido común no tiene cabida en este mundo. De hecho, cuanto menos sentido tenga algo, mejor».
Las etiquetas vacías, la moda de copia y pega y la acción por mimetismo me llevan a plantearme si las microtendencias están desdibujando nuestra identidad. Sabría, probablemente, que conmigo lo hubieran conseguido si me hubiese comprado las manoletinas. Pero de momento, no.
Que no se te pase
En el WATIF podcast de esta semana hablamos con Miguel Grande, un bioingeniero jovencísimo que nos ayuda a entender si los órganos sintéticos son algo que la medicina podrá usar pronto. Además, Emilio y yo sacamos nuestra vena más artística en el Aftershow (como podéis ver abajo).
Puedes verlo en YouTube, Spotify o Apple Podcasts.
Recomendaciones en el chat
Me he reído
Últimamente, el rincón de internet donde me muevo habla de La sustancia. En esta nueva película, Demi Moore encarna a Elizabeth Sparkle, una estrella de televisión con su propio programa de fitness que es despedida y apartada de la pantalla al cumplir los 50 años. Para recuperar su puesto, decide usar un suero que la transforma temporalmente en una versión más joven y mejorada, llamada Sue e interpretada por Margaret Qualley.
En España, además de la siesta y la buena comida, somos productores profesionales de memes. Las cabecitas más ingeniosas de Twitter se han puesto a pensar y han creado un meme relacionado con el film. En él, comparan a un famoso con su versión más joven (otro famoso o referente cultural) por tener parecidos razonables, dando a entender que ellos también han tomado la sustancia.
Aquí te dejo varios ejemplos. Que los disfrutes:
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Cada vez es más difícil no dejarnos arrastrar por las modas instantáneas y pasajeras. Se siente algo de poder, singularidad y factor diferenciador cuando se gana cada batalla.
el dilema de "la sustancia" es solamente en que parte de la foto aparece la cara de cada uno...bueno/malo, feo/guapo....