Cuando vi Doctor Extraño en el Multiverso de la locura me enamoré de esa Nueva York de una realidad paralela: árboles, plantas de colores, un riachuelo en pleno centro de la ciudad. Y claro, tenía que saber si eso era posible.
🚀 Esto es WATIF. El resto es historia.
Hace años, recuerdo estar escuchando un pódcast que quería transportarme a un bosque. La voz de los locutores se mezclaba con efectos de sonido. Aquí hay un árbol («fium») y allí hay otro («fiaum»), pero por debajo hay toda una red de conexiones que árboles, plantas y hongos usan para comunicarse («srsrsrsrs»), comerciar («tric, tric, tric») y así poder prosperar juntos.
«A través de esta comunicación, los árboles pueden enviarse señales de advertencia y decir: ‘Oye, una jirafa está comiéndose mis hojas’. Y luego, a cien metros de distancia, otros árboles comienzan a emitir una sustancia de sabor amargo, casi como veneno, desde sus hojas», me cuenta desde Ámsterdam la investigadora Nadina Galle, autora del libro La naturaleza de nuestras ciudades.
Naturaleza y ciudades. Qué contradicción, eh.
Las ciudades son lugares hostiles para esa comunicación fascinante que ocurre bajo tierra. Asfalto, coches, túneles y contaminación son solo algunos de los impedimentos constantes que enfrenta el verde.
Por mucho que imaginemos a árboles, plantas y hongos como seres solitarios que plantamos en macetas individuales, o en huecos cuadriculados de nuestras aceras, son todo lo contrario. Y es importante concebirlos como seres sociales si nuestro objetivo a futuro es que las ciudades sean verdes, con todos los beneficios que ello implica.
Piensa en un suelo natural que se extiende más allá de un parque y conecta con otro espacio verde de tu ciudad, sin barreras grises de por medio. Imagina ahora que al coger un pedazo de ese suelo, lo que ves en tu mano es tierra oscura, fría, llena de raíces; incluso lombrices. Estás tocando un suelo vivo en el que la vegetación que salga después será más rica y frondosa. Árboles más robustos con copas más grandes ayudarán después a mejorar la calidad del aire, a reducir el ruido o a mitigar el impacto de las «islas de calor», microclimas urbanos que hoy en día posibilitan freír huevos sobre la acera en un mundo cada vez más caluroso.
Pero los beneficios del verde urbano van más allá. Conforme me lees, investigadores de todo el planeta indagan en la relación entre los espacios verdes y la salud humana. Se han publicado multitud de estudios al respecto en la última década (y siguen al alza), pero lo que ya sugieren es revelador: el acceso a espacios verdes puede reducir el estrés, los síntomas depresivos y la estancia en hospitales. También puede mejorar el sueño y promover la actividad física. Incluso se ha identificado como un posible factor que ralentiza el envejecimiento.
Por favor, lee de nuevo ese párrafo. Si tienes tiempo, clica en los enlaces. ¿No deberían todas esas conclusiones ayudarnos a cambiar la perspectiva de cómo imaginamos nuestras ciudades?
La raíz muerta: islas verdes
Las ciudades actuales sufren por un mismo enemigo: el gris. Humo y cemento son protagonistas frente a parques y jardines aislados. Eso se traduce en pequeñas «islas verdes» incomunicadas, bloqueando esa red de conexiones tan increíble que escuché en el podcast.
«Muy a menudo, estamos restringiendo y amenazando el espacio que la naturaleza ocupa en las ciudades», me señala Galle al poner como ejemplo los árboles que se plantan en macetas solitarias.
Galle recoge algo que ya explicaba en 1984 otra autora, Ann Spirn. Ella definió este problema en un libro muy influyente llamado El jardín de granito (fan del concepto). Ya desde entonces se impulsó un movimiento de ecología urbana que abogaba por pensar en el desarrollo de las ciudades de otra forma. Atrás debían quedar las urbes pensadas para el coche o las aceras de cemento que tan barato nos sale colocar y mantener. Tocaba considerar la entrada de otros factores que igual te suenan: aire, agua, flora, fauna.
Desde que me mudé a Madrid hace dos años, he agradecido tener un parque enorme a apenas seis manzanas de mi casa. Pero hasta que llego allí, debo hacer un recorrido por aceras de cemento y contadas macetas que mi perrita Wenta aprovecha para sus necesidades. ¿Sombra? La de los edificios. ¿Fauna? Los otros perros del barrio. ¿Agua? Inexistente. Imagino a otros vecinos que viven más adentro en la ciudad y me compadezco. Es la historia de muchas otras metrópolis europeas.
La semilla: lenguas verdes
Parte de la solución pasa por conectar mejor esas islas verdes. Yo pensé en puentes, pero Paula García, arquitecta y consultora en proyectos de regeneración urbana sostenible, me presentó un término más ilustrativo: «lenguas verdes».
La idea es que haya extensiones que, de forma fluida y a lo largo de nuestras junglas de cemento, lleven la vegetación desde parques arbolados hasta plazoletas de arbustos y plantas. Las lenguas pueden facilitar que aves y polinizadores viajen con más facilidad entre esos espacios, fomentando la biodiversidad que luego consigue esa tierra rica que tanto buscamos. Y aunque nada es fácil en las urbes densas de hoy en día, hay formas de encontrar huecos.
En Madrid, el soterramiento de la M-30 posibilitó hace años que hoy Madrid Río sea un parque de más de 50 hectáreas a la vera del Manzanares, precisamente donde paseo todas las mañanas con Wenta. En Seúl, el río Cheonggyecheon recorrió durante años los bajos de una autopista, pero ahora se ha desenterrado y protagoniza un parque urbano que cruza el centro de la ciudad a lo largo de casi 6 kilómetros. Y en Alicante, el parque inundable El Marzal sirve de alivio tanto para aguas torrenciales como para aves migratorias. Además, descarta el cemento para apostar por un elemento que drena mejor y no arde tanto en verano: la gravilla.
¿Te imaginas salir de tu portal y pisar gravilla bajo la sombra de un árbol enorme? Calidad de vida. En España, contamos con un ejemplo increíble gracias a Vitoria-Gasteiz, Capital Verde Europea en 2012 que a día de hoy sigue siendo un referente. Un anillo verde rodea a la ciudad, potenciando un ecosistema urbano diverso. Lenguas verdes conectan parques y plazoletas, lo que permite que todos sus habitantes estén a menos de 250 metros de un espacio verde.
Pero claro, no todas las localidades llevan tanto tiempo pensando en el verde.
«Parques urbanos y caminos arbolados necesitan de una planificación que conlleva procesos administrativos prolongados en el tiempo», me cuenta por email Elisabeth Contreras, consultora técnica de ZinCo Cubiertas Ecológicas. Hay soluciones más inmediatas como techos verdes y jardines verticales que «pueden incorporarse en nuestras ciudades fácilmente, mediante la rehabilitación de edificios existentes, y/o incorporándolas en nuevos proyectos».
Si no podemos levantar una autopista o hileras de aceras enteras, pasémonos a las alturas. Los edificios ofrecen oportunidades para añadir vegetación, con pequeños huertos y bosques a media altura como los que ya existen en algunos rascacielos de Tokio o en el influyente Bosco Verticale de Milán.
Los jardines verticales sirven como doble piel de muchos edificios, proporcionando un mejor aislamiento térmico y acústico, así como un descanso visual para quienes viven dentro (o pasean por fuera). Barcelona cuenta con un gran ejemplo, en el antiguo edificio de Banca Catalana, con maceteros desde los que cuelgan jardines enteros (oh, Babilonia).
El compost: el internet de la naturaleza
En el curso de mi investigación, me he topado con multitud de casos en los que proyectos de infraestructura verde caían en el olvido. Algunos morían en el proceso burocrático; otros, en el legislativo. La mayoría eran víctimas de una mala planificación o de un pobre mantenimiento, acrecentando los costes.
«Seguimos sometidos a intervenciones de urgencia que intentan solucionar problemas a corto plazo y la búsqueda inminente de la rentabilidad», me cuenta Contreras. Galle me recuerda que a los políticos les gusta mucho la foto de inauguración, no la de la poda anual. Pero en realidad, el miedo a pensar en largo está dejando escapar una oportunidad con evidentes beneficios para la salud pública, la economía y la felicidad de los ciudadanos.
Galle apuesta por cuidar el verde de nuestras ciudades con la tecnología ya a nuestro alcance. Lo llama: «El internet de la naturaleza». Tal y como pensamos en datos, sensorización o inteligencia artificial para gestionar mejor el movimiento de gentes y coches, ¿por qué no hacemos lo mismo con la naturaleza?
Piensa en un monitoreo en tiempo real que optimice el riego y evalúe la calidad del suelo. O en mapeos 3D que puedan identificar ramas peligrosas o plagas, facilitando las podas y el cuidado de los árboles. O también, en aplicaciones móviles que involucren a la ciudadanía o drones que realicen tareas en zonas de difícil acceso.
Ya hay ciudades que están implementando esas y otras muchas herramientas tecnológicas en el cuidado de su infraestructura verde. He visto drones regar árboles inmensos en Singapur. Y también, tecnología láser LiDAR utilizada para medir la frondosidad de los árboles en Oslo.
«Toda tecnología que ayude en la consolidación de esos sistemas verdes lo veo muy bien, pero es que a veces es todo mucho más fácil», me cuenta por videollamada Enric Sancho, director técnico de la empresa Cultidelta, especializada en plantas mediterráneas. Para Sancho, una buena planificación ahorra coste y sufrimiento. Y ahí, tan determinante es seleccionar plantas de especies autóctonas como crear las condiciones idóneas para que prosperen, desde el sistema de riego hasta el tipo de suelo.
El fruto: un hogar más natural
A mí me hubiera gustado imaginarme la ciudad verde del futuro como la Nueva York que dibuja Doctor Extraño en el Multiverso de la locura: una Gran Manzana repleta de jardines verticales, riachuelos y árboles coloridos, pero es una realidad que se aleja de las directrices de los expertos con los que he hablado. El objetivo no es abrumar una ciudad con ríos impracticables y plantas preciosas difíciles de mantener, sino ajustar lo que ya tenemos para que el verde prospere entre tanto gris.
«Cuando un árbol está a punto de morir, hace un último esfuerzo para transferir todos sus nutrientes a los árboles que están genéticamente relacionados con él», me cuenta Galle. ¿Por qué no fomentar esa conexión tan pura entre especies sabiendo que nosotros también nos beneficiamos de ella?
Ya lo decía el poeta y activista medioambiental Gary Snyder en La práctica de lo salvaje: «La naturaleza no es un lugar para visitar, es el hogar».
El semáforo
🟢 Hay una extensión de Google Chrome que publica todos tus tuits antiguos en Bluesky. Puede ser útil. Por lo que sea.
🟠 Unos neurocientíficos fabricaron unos coches diminutos para que sus ratas de laboratorio aprendieran a conducirlos. Bueno, pues no solo los han fabricado, sino que han descubierto que a las ratas les ENCANTA conducir. El objetivo de este enfoque es descubrir cómo los «eventos positivos» moldean las funciones cerebrales. Puede leer más en WIRED, pero aguanta hasta el final para saber por qué las ratas también parece que tienen «esperanza». Es macabro de pelotas. En cuanto a lo de conducir, suerte a los neoyorquinos si sus ratas aprenden a ponerse detrás de un volante.
🔴 Viendo el trasvase de usuarios de Twitter a Bluesky, es evidente que a unos cuantos se les ha hecho bola el deterioro del discurso en la plataforma. Un estudio sugiere que la decadencia tiene forma humana: Elon Musk. Tanto la cuenta del dueño de X como las de otros voceros conservadores vieron un aumento de sus interacciones en los meses posteriores a que Musk anunciara su apoyo a la candidatura presidencial de Donald Trump.
Este miércoles 27 de noviembre: WATIF live!
Antes de que acabe noviembre, volvemos con una nueva edición top secret de nuestros eventos en vivo en pleno centro de Madrid. La última vez lo pasamos increíble hablando sobre El internet de chicos vs. el internet de chicas, pero esta vez elevamos la apuesta para hablar de… 🤫 ¡Es secreto! Pero vamos con los detalles que sí podemos desvelar:
¿Qué? Un evento presencial en el que podrás ver el videopodcast en vivo, conocernos y charlar con la comunidad.
¿Cuándo? El 27 de noviembre a las 19:00 h.
¿Dónde? En los cines Embajadores de Madrid.
¿Sobre qué y con quién? Será sorpresa. Lo que te aseguremos es un cerveceo posterior para comentar la jugada.
¿Puedo ir? ¡Claro! Los suscriptores de pago habéis recibido un correo con los detalles para adquirir vuestra entrada de manera prioritaria (y con descuento). Si no te encuentras entre ellos, suscríbete ahora para poder conseguir ya tu entrada. ¡Tenemos plazas limitadas!
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🤝 Hasta la próxima,
Muchas gracias por tus artículos y los de todo tu equipo Emilio. Son muy inspiradores. En especial este que habla sobre las ciudades y los espacios verdes. Como ex concejal de mi ciudad me ha hecho rememorar viejos tiempos y la tristeza por no haber podido concluir todo el trabajo en una ciudad en constante cambio. Un fuerte abrazo y seguid así
Felicidades, Emilio. Buen artículo. Comparto contigo y con los lectores un libro que me gusto relacionado con el tema: "La mente bien ajardinada". Las ventajas de vivir al ritmo de las plantas. De Sue Stuart-Smith. Editorial Debate. Recomendable lectura.