Intenté hacer un juego de palabras con Jurassic Park en el titular, pero mis compañeros me dijeron que ya me había sobrado demasiado con la imagen del artículo.
🚀 Esto es WATIF. El resto es historia.
Era un pase de Vengadores: Endgame a las 2:30 de la madrugada. La sala estaba llena hasta la bandera; más de 600 personas ante la pantalla más grande de todo Estados Unidos, la del cine IMAX en el AMC Lincoln Square de Nueva York. En una de las escenas más emblemáticas de la película, el júbilo contagió a todos los asistentes, que vitorearon mientras un espectador disfrazado de Capitán América subía y bajaba las escaleras laterales de la sala gritando como un poseído.
Pocas anécdotas resumen mejor la capacidad que tiene una experiencia pasiva como el cine de crear instantes irrepetibles compartidos con cientos de desconocidos. Los conciertos de música, el teatro o la ópera también lo consiguen. Pero nunca la tecnología había permitido replicar esas experiencias en los formatos más individuales posibles, desde televisores enormes en altísima definición a gafas de realidad virtual que te permiten estar ante una pantalla tan o más grande que la de Lincoln Square. Son herramientas que ponen a tu disposición el mejor sonido, la mejor calidad de imagen, las innovaciones más vanguardistas para hacer que te sientas parte de algo más grande que tú, pero sin salir de casa.
«Fui el lunes a la sesión de las 6 de la tarde para ver Gladiator 2 y estábamos ocho personas en una de las mayores salas de Málaga», me cuenta por videollamada Antonio Castillo, director de Panorama Audiovisual, uno de los portales de referencia sobre cine y new media en España. Sala casi vacía, pero habla de uno de los mayores estrenos del año en todo el mundo. Así difícilmente podrá un espectador como yo revivir momentos multitudinarios como los de Endgame. Las cifras de espectadores en España todavía no se han recuperado de la pandemia y en 2023 los números se quedaron un 24 por ciento por debajo del periodo 2015-2019. Antonio sentencia: «La exhibición en sala grande está muerta».
En la música, se está produciendo la tendencia opuesta. Live Nation, la empresa dueña del portal de venta de entradas Ticketmaster, logró en 2023 su mejor año con más de 145 millones de entradas vendidas para más de 50.000 eventos en todo el mundo. Todavía recuerdo el caos y la frustración en las colas virtuales para comprar entradas de Bruce Springsteen y Paul McCartney. La música en vivo ha sabido explotar la demanda de experiencias presenciales después de la pandemia.
Tiene sentido que ansiáramos volver a vivirlas. Un estudio de 2020 de la University College London observó cómo la audiencia de un cine sincronizaba su frecuencia cardíaca con el arco narrativo de películas como Aladdin. Pasaba con el primer beso de Aladdin y Yasmin (e imagino que también con el desfile del Genio). Vivir experiencias compartidas potencia esas vivencias e incluso podría hacernos sentir mejor física y mentalmente.
¿Pero cuánto tiempo tiene que pasar hasta que haya tecnologías, como las gafas de realidad extendida, que sepan imitar esa sensación de presencia?
«Al menos, hasta dentro de cinco años», me dice por videollamada James Hutson, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Missouri que ha escrito sobre tecnologías emergentes y la experiencia cinematográfica compartida. Para James, «ver algo no es suficiente», también habría que oler «la gasolina de una explosión» y sentir que estás cerca de ella por tacto, impacto o temperatura. Lo mismo pasaría con un concierto, donde solo el calor de la gente o el olor humano serían capaces de evocar que estás en otro lugar distinto al salón de tu casa.
La sensación de presencia es algo en lo que ya trabajan algunas de las mayores compañías del mundo, como Meta y Apple. La firma española Wildbytes ayudó a producir un concierto que ocurría de forma digital en la fachada de una tienda de ropa en la Gran Vía de Madrid. Los viandantes podían apuntar con la cámara de sus móviles al edificio y ver al avatar del artista Sen Senra interpretando canciones.
«Puedes pensar que un móvil es poco inmersivo, pero había un momento en el que el cantante salía del escenario del edificio subido a una plataforma y al final parecía que estabas metido en la acción», me cuenta Julio Obelleiro, cofundador de Wildbytes. Es fácil imaginar que dentro de poco viviremos esas experiencias musicales con gafas y auriculares que llevaremos a todas partes.
Cuando se trata de experiencias inmersivas y comunitarias, el problema para el cine es que la tecnología ya ofrece vivencias domésticas similares a las de una sala. El abaratamiento de las televisiones grandes de alta gama o las barras de sonido han supuesto un cambio de paradigma, me cuenta Antonio. Y mientras tanto, «la calidad de la proyección o la calidad del sonido envolvente no se tiene muy en cuenta cuando en realidad eso es lo que te aporta de verdad».
En 2009, una película prometió iniciar un cambio que volvería a atraer al público a las salas con experiencias más inmersivas.
«La primera Avatar fue todo un experimento», me señala Antonio. El formato en 3D aceleró la modernización de los cines, con proyectores digitales que sustituían a los del celuloide para poder exhibir películas como la de James Cameron. Pero también eran proyectores que requerían de un mantenimiento que muchos cines han preferido evitar. «Si solo tengo a ocho personas en sala viendo Gladiator 2, ¿cómo voy a invertir en cambiar la lámpara [del proyector]?».
El resultado es que las salas en España dejan mucho que desear. Incluso la inversión en cines de última generación como IMAX o Dolby Cinema ha pasado sin pena ni gloria. No hay ninguna sala IMAX de la envergadura o la calidad de proyección de sus homólogas en Estados Unidos. Y la única sala Dolby Cinema cerró sus puertas después de que Cinesa, que tiene la exclusividad de las mismas, vendiera sus cines del centro comercial La Maquinista en Barcelona.
Incluso cuando uno ve casos como los de The Sphere en Las Vegas, una sala esférica gigante de pantallas LED y sonido envolvente con 18.000 butacas, lo que de verdad ha triunfado no es el cine, sino los conciertos de U2 o el inminente de Afterlife, un show de los DJ italianos Tale of Us que pasaron hace poco por Madrid y que ya han colgado el cartel de completo en casi todos sus shows en The Sphere.
«Es una experiencia sensorial absoluta», nos escribe por email Beatriz Fernández, una chilena fanática de la música que vio a U2 en The Sphere. «En un punto del concierto, las imágenes descendían en dirección al escenario, pero estando en pista daba la sensación de elevarse. Nunca había sentido algo así en un concierto. Fue como estar en una montaña rusa musical todo el tiempo».
El problema es que The Sphere es difícilmente escalable. Solo Emiratos Árabes Unidos se ha permitido montar una réplica en Abu Dabi. Y aunque compañías como Dolby están introduciendo en el mercado equipos de proyección y sonido renovados que no requieren reformar salas desde cero, como exigen IMAX o Dolby Cinema, falta que los cines pongan recursos para renovar sus equipos.
«Creo que en España ahora mismo estamos en un mal momento, pero espero que sea temporal», me transmite con cierto optimismo Javier Foncillas, vicepresidente global de partnerships de Dolby. «Pero si la experiencia en un cine no tiene un nivel que hoy se considera básico, [la exhibición] se resiente».
Quizá no todas las respuestas estén en la tecnología. De hecho, James, el catedrático, cree que «en los próximos 10 años la experiencia será más importante y la tecnología será menos importante porque nos estamos moviendo más rápido que la Ley de Moore1». Las tecnologías emergentes se van a colar en más hogares gracias a los avances en computación. De esa manera, todos podremos ver de forma más espectacular el mismo contenido, desde películas a conciertos, pasando por partidos de fútbol en primera fila.
James me cuenta que en sus viajes a Japón, Europa o Sudáfrica, «en cada hotel al que ibas, encendías la televisión y aparecía Netflix. El mundo entero tiene acceso al mismo entretenimiento y más o menos lo ven en el mismo entorno doméstico». Ahora, añade, «necesitamos diferenciar lo que los espectadores sacan de salir de casa. Tiene que haber una reevaluación».
Los conciertos, el teatro o la ópera seguirán manteniendo un componente competitivo incomparable durante unos cuantos años más. Ni qué decir que la implantación masiva de gafas de realidad extendida todavía va más camino de ser complemento que sustituto de esas experiencias.
Las salas de cine tendrán que buscar otras alternativas. Los cine-fórum, con su factor compartido, y las programaciones alternativas, como las reposiciones de clásicos imposibles de encontrar en plataformas, pueden ser un contrapunto clave para diferenciar al sector de la exhibición de cine, apunta Antonio. Pero incluso ahí el modelo de negocio es complicado y depende mucho del barrio en el que intenten sobrevivir.
Al final, el futuro de las experiencias en vivo pasará por donde también ha pasado la música: por la democratización de la producción. Cuanto más barato y accesible sea producir una canción o rodar una película, algo que ya está ocurriendo a todos los niveles, más artistas invertirán el tiempo en intentar plasmar emociones en partituras y celuloide. Una sala IMAX o un concierto en The Sphere importan poco si la película es un truño o la canción es mala. Sí, que se vea bien y que se escuche mejor añade un extra, pero la tecnología solo te vuela la cabeza una o dos veces. Lo que sorprende constantemente es el arte. Esa es la experiencia de verdad. Y verlo rodeado de desconocidos por primera vez es el aliciente que agradeceríamos no perder por el camino.
El semáforo
🟢 ¿Te resulta desagradable meterte el palito de la PCR para saber si tienes COVID? Y a mí. Por eso me ha gustado saber que unos científicos han diseñado una mano robótica diminuta hecha de ADN capaz de atrapar virus como el SARS-CoV-2 y, de esta manera, detectarlo. El objetivo a futuro es usar este tipo de nanomanos para prevenir infecciones de este y otros virus. Pero lo más cool es cómo se llama la técnica para fabricar estos dispositivos: origami de ADN.
🟠 Una influencer que se dedica a hacer vídeos de recomendaciones de productos de Amazon ha denunciado a otra a la que acusa de estar copiando su vibe. El mismo tipo de contenido, los mismos planos y estilos de montaje, el mismo estilo minimalista y neutro de la decoración. No está muy claro qué pasará en el juicio, pero ya el salseo nos ha merecido la pena a todos.
🔴 Apple Martin, hija de Gwyneth Paltrow y Chris Martin, debutó en el exclusivo Les Bal des Débutantes en París. Es el evento predilecto de las nepo babies hollywoodienses. Por ahí han pasado figuras como Lily Collins o Margaret Qualley, que ya hicieron su presentación en sociedad hace años. Pero eh, nadie te lo va a contar mejor que la autora Raquel Peláez en el WATIF el club al que la invitamos hace unas semanas.
WATIF live! en Barcelona
Ahora sí, cruzamos la península como uno de esos teatros itinerantes de la vieja usanza. WATIF desembarcará en Barcelona este próximo 12 de diciembre con nuestro primer evento en vivo lejos de Madrid.
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🤝 Hasta la próxima,
La Ley de Moore establece que la capacidad de los chips se duplica cada dos años, impulsando avances tecnológicos clave al hacer posible dispositivos más rápidos, potentes y accesibles.
El futuro del cine en Españita lo veo muy negro. la falta de inversión y la elitización de los cines cada vez es mas patente. Muy pocas peliculas consiguen ya atraer y las que atraen se espera a que lo emita alguna plataforma. Yo también soy partidario de los cines, cualquier televisor de pantalla grande no compara a las grandes pantallas de cine pero si es verdad que los cines tienen una crisis que, de momentos, no saben o no están dispuesto a solucionar.
El tema de los conciertos es curioso porque muchos artistas han visto un filón en los conciertos y su difusión por redes sociales pero también es un postureo ya denunciado en algunos festivales y eventos masivos.