Mi algoritmo no para de enseñarme recomendaciones de ropa, peticiones de matrimonio y decoración. ¿Me estará queriendo decir algo?
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Raúl, Sasha, Jana y Mireia están sentados en una mesa de la cafetería de la Plaza Cívica de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Acaban de hacer un examen del doble grado en Derecho y Relaciones Laborales y no parecen estar muy contentos con el resultado. Tienen entre 19 y 24 años y charlan al sol mientras apuran el café. Me he acercado a su mesa para preguntarles por un tema que acapara titulares y conversaciones de bar: «¿Notáis diferencias ideológicas entre los chicos y las chicas de vuestra generación?».
Temo que me ignoren para comerse el bocadillo, pero los cuatro coinciden en que sí. De hecho, es algo de lo que hablan a menudo:
–Las chicas somos más conscientes de cosas que igual nos pasan a nosotras. Puede que ellos no las defiendan tanto porque no las ven importantes –dice Mireia.
–Al no vivirlo, no son conscientes –apunta Jana.
–Creo que el humor tiene mucho que ver –afirma Raúl. Menciona series como La que se avecina, donde se normalizan comentarios machistas o racistas a través de personajes como Antonio Recio o Amador Rivas–. Esos chistes se repiten y se te quedan en la cabeza.
–Y TikTok. Hay un grupo de chicos jóvenes que se cree lo que dicen en ciertos podcast donde sacan datos de la nada –añade Sasha sobre la proliferación de podcast conversacionales en los que se opina de temáticas tan variadas como la política, aprender a ligar o ganar dinero fácil, y cuyo público suele ser gente joven–. Si el tío que lo dice es guay y tiene pasta, lo creen y punto.
El grupo piensa que las mujeres se preocupan por temas más sociales, a diferencia de los hombres, quienes priorizan los asuntos económicos. Los estudios muestran la distancia: en las últimas dos décadas, las mujeres jóvenes (de 18 a 30 años) han virado hacia el progresismo, mientras que los hombres tienden a quedarse en posturas más conservadoras. Pero la ideología no es la única con potencial de separarnos. También influyen factores como las diferencias económicas o el nivel educativo (hay cada vez más mujeres universitarias que hombres).
Para entender de dónde surge el distanciamiento político entre los chicos y chicas de la generación Z hago una videollamada con Isabel Gracia, Brand & Reputation en Google España y especialista en igualdad y brecha digital de género. Ella me cuenta que la gente de mi edad hace frente a una triple brecha: ideológica, de género y generacional. En otras palabras, un chico o una chica de la generación Z puede tener ideas políticas muy distintas a las de generaciones anteriores y, al mismo tiempo, sentir una gran distancia con el género opuesto.
La primera grieta
La mayoría de las voces especializadas apuntan al 2017 como el año de inflexión de la brecha de género global. Aunque si observamos más de cerca, cada sociedad ha vivido sus propios desencadenantes. Si en Estados Unidos el primer paso en direcciones opuestas se atribuye al movimiento #MeToo, en España se relaciona con el inicio de la cuarta ola feminista, es decir, la reciente expansión del feminismo en las calles, el movimiento #Cuéntalo de Cristina Fallarás y la sentencia de ‘La Manada’.
Isabel me cuenta que, paralelamente a estos acontecimientos, se ha producido «la institucionalización del feminismo, con una producción legislativa no exenta de polémica». Lídia Núñez, politóloga e investigadora predoctoral de la Universidad Carlos III, añade por videollamada algunos puntos más, como la incorporación de la mujer al mundo laboral y un mayor acceso a la educación superior.
No es algo nuevo: los tres últimos siglos también han traído cola y cada ola feminista viene con su resaca, como apunta Nuria Varela. En este caso, la resaca, me explica Isabel, viene en forma de desconcierto por parte de los hombres en general y de los chicos más jóvenes, que se sienten fuera de lugar en el momento vital en el que nos encontramos. Los datos lo demuestran: el 51,8 por ciento de los chicos entre 16 y 24 años en España está muy o bastante de acuerdo con que «se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres que ahora se está discriminando a los hombres».
Estas ideas proliferan entre los estudiantes de instituto: «Las bromas hacia el colectivo o el decir ‘Voto a VOX’ en cuarto de la ESO pasan a no ser broma cuando tienes 18 años y derecho a voto», me cuenta Adrián, un estudiante de Economía de 18 años. «Mola hacerse el canallita e ir en contra de todo y se está perdiendo el temor a votar a un extremo cuando debería dar un miedo de cojones».
Isabel tiene una teoría para esto:
«Puede que a todos estos chavales jóvenes les resulte incluso asfixiante pertenecer a un espectro ideológico que te cancela si no piensas de una manera o tienen miedo de decir algo que esté mal visto socialmente. La derecha ha sabido recoger ese sentimiento de desamparo y de inseguridad de los jóvenes ante la pérdida de privilegios y les da un lugar donde sentirse acogidos».
Sus lugares seguros se encuentran, a menudo, en línea: desde foros en Reddit hasta podcast o reels de Instagram. El algoritmo alienta el consumo y, si te gusta algo, lo más probable es que te bombardeen con esa clase de información. Esas dinámicas también se traducen en la recomendación del contenido: sí, responde a nuestros intereses, pero también tiene el potencial de promover unas burbujas de pensamiento que refuerzan los prejuicios y acaban por aislarnos. «En lugar de considerar las formas en las que podrías estar equivocado, escuchas constantemente: ‘Sí, sí, sí. Estoy de acuerdo contigo’», explica la académica Alice Evans para POLITICO.
Así, se forman internets opuestos en base a algoritmos diferentes: el internet de los bros para ellos, donde se celebran los valores tradicionales de la masculinidad, y el internet feminizado para ellas, en el que proliferan los referentes feministas. La prueba está a tu alrededor: si navegas por la red social de un amigo, familiar o compañero de trabajo del sexo opuesto, verás que le muestra cosas probablemente distintas a las que puedes ver tú.
La situación se complica cuando desarrollamos en internet las cuestiones que habitualmente se hacían cara a cara. Richard Reeves, fundador del American Institute for Boys and Men, explica en el podcast Plain English que los chicos jóvenes aprenden relacionándose. Si construimos nuestro pensamiento ideológico al socializar, la tradición se desdibuja cuando el 48 por ciento de los jóvenes pasa más tiempo socializando en línea y jugando a videojuegos que interactuando en persona.
El resultado no es solo una diferencia en las creencias políticas. Los roles de género cada vez más difuminados dejan a los hombres, apunta Reeves, en una posición vulnerable: han perdido su estatus de proveedores únicos, aunque muchos puedan pensar que debería ser así, ya sea porque lo vieron en sus padres o abuelos, o porque influencers como Amadeo Llados lo promueven en redes sociales. En algunos países, la situación ya está creando escenarios críticos.
¿Cómo podemos acortar las distancias?
En Corea del Sur, los hombres y las mujeres jóvenes se sitúan en lugares opuestos del espectro político. Estas diferencias afectan también en el plano social. Corea del Sur es el país con la tasa de natalidad más baja del mundo y el número de bodas continúa disminuyendo desde 2017. Esto me recuerda a un dato que leí hace poco. De acuerdo con un estudio conducido por la socióloga Maike van Damme, un tercio de las mujeres a favor de la igualdad de género y con estudios superiores no podrán encontrar una pareja masculina homógama. O visto de otra forma: un tercio de los hombres con nivel educativo bajo y valores más tradicionales no podrán encontrar una pareja femenina.
Con el país asiático en mente, le pregunto a Isabel Gracia si esta situación podría replicarse en España. Ella me dice que prefiere ver el vaso medio lleno y poner remedio a esta distancia mediante diferentes medidas:
Fomentar la «socialización mixta»: en un contexto donde sabemos que las burbujas de contenido se trasladan al plano físico, Alice Evans aboga por que chicos y chicas se relacionen en espacios físicos.
Promover la educación en escuelas e institutos. Esta también fue la solución citada por los diez universitarios de la UAB que entrevisté.
El cuestionamiento sobre cómo la agenda feminista está tratando las masculinidades y cómo se puede incluir a la mitad de la población en ella.
Isabel anima a acortar las distancias recuperando el pensamiento utópico, evitando el catastrofista y pensando en los logros que se han conseguido en la lucha por la igualdad.
«Los medios y las redes sociales están contribuyendo a construir un discurso donde ya no caben grises y eso es lo preocupante. Por ejemplo, una persona feminista puede estar en contra de alguna política que se haya hecho en el marco feminista y eso no te convierte en antifeminista. Hay que poner el foco en los grises y en el poder de la conversación, y no en los blancos y negros».
El asunto tiene tantas aristas que ninguna solución sería sencilla de aplicar. Aunque en un momento en el que las etiquetas (verde, liberal, feminista, conservador) valen más que las propias políticas, aún queda mucho camino por recorrer para que la distancia sea salvable.
El semáforo
🟢 Hay personas que tienen la capacidad de divertirse con poco. Este pasado fin de semana, organizaron un concurso de imitadores de Timothée Chalamet en Nueva York. Entre personas disfrazadas de Willy Wonka, Paul Atreides y perros con peluca, el actor hizo una aparición estelar. Este suceso se ha colado en el semáforo por la buena noticia que debió ser para los concursantes (y porque seguramente fue muy divertido).
🟠 ¿Para qué acudir a un curandero cuando te puedes autohipnotizar tú mismo? Los fundadores de aplicaciones son cada vez más creativos. Reveri es una app que usa la hipnosis como terapia, a través de grabaciones interactivas con Alexa e Hypno-Pharmacy, una herramienta que evalúa las preocupaciones a través de un rastreador de problemas en línea y ofrece una receta de autohipnosis a medida. Que tiemblen los coaches motivacionales.
🔴 Una startup estadounidense quiere ayudar a parejas adineradas a tener hijos inteligentes. No lo digo yo, lo dice el director ejecutivo de Heliospect Genomics, que afirma haber ayudado a cinco parejas a seleccionar su futura descendencia basándose en predicciones genéticas de inteligencia. Parece ser que los directivos presumen de que sus métodos pueden producir una ganancia de más de seis puntos de coeficiente intelectual. No sé qué decir.
Vamos a hablar sobre la historia de los pijos de España
Y lo vamos a hacer con Raquel Peláez, subdirectora de S Moda (El País) y autora del reciente éxito literario Quiero y no puedo (Blackie Books). La cita online es solo para los suscriptores de pago de WATIF, así que ya sabes. *guiño, guiño*
Te esperamos el 31 de octubre a las 19 h (¡antes de que salgas a celebrar Halloween!) en Google Meet para que puedas unirte a la conversación sobre el libro del momento. Los suscriptores de pago recibiréis esta tarde un correo para conseguir el enlace de acceso.
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La brecha que no se para.
Me ha gustado mucho el articulo y como se dice en otros comentarios, eso es mas fácil decirlo que hacerlo sobre una convivencia de ideas grises e incluso cada vez se esta viendo mas en los institutos la distancia entre chicos y chicas.