Desde que Emilio me recomendó el videojuego Cities: Skylines, me creo un genio de las ciudades pixeladas. Concejales de urbanismo del mundo, pegadme un toque.
🚀 Esto es WATIF. El resto es historia.
El futuro que trataremos de imaginar con vosotros (cultura, tecnología, trabajo, ciencia) nace casi siempre de las ciudades, entornos que nos empujan a colaborar. La ONU proyecta que, en 25 años, el 68 por ciento1 de los humanos viviremos en zonas urbanas. Por tanto, la mayoría enfrentaremos desde ellas los retos de nuestro tiempo: la vivienda, el cambio climático, la movilidad sostenible, la desigualdad o el aumento de población —con África y Asia añadiendo 2.200 millones de personas a sus ciudades para 2050—. Miramos a lo global para luego imaginar lo local: ¿cómo se está preparando el mundo y qué podemos aprender de ello?
Hay una vieja nueva idea que lleva una década de moda: construir ciudades desde 0. La Dra. Sarah Mosher, experta en este fenómeno, reconoce su potencial para ser «sostenibles, inclusivas y diversas». Indagando me he encontrado con propuestas que dan que pensar: Arabia Saudí y su faraónica The Line; la India y su proyecto de las 100 ciudades; África y decenas de proyectos como la nigeriana Eko City, incrustada en la superpoblada Lagos. Una auténtica «fiebre» de smart cities, eco cities o charter cities que están reimaginando el futuro… para algunos.
Siento que estoy ante una amalgama de proyectos de pequeñas ciudades para clases altas y élites. No existe atisbo de generar un modelo que sirva a las millones de personas que de verdad lo necesitarán. Algunas son poco más que urbanizaciones para turistas, no para migrantes rurales. Y muchos proyectos quedan abandonados a medio camino porque el grifo del dinero un día se cierra.
Mosher sintetizaba en una frase el carácter de esta tendencia:
«Las nuevas ciudades tienen CEO, no alcalde».
Sin embargo, la realidad alcanzará a estos países que tienen que buscar soluciones reales para su bomba demográfica. ¿Y qué país ha acometido la mayor transformación urbana de la historia en un tiempo récord? China, donde sus ciudades (nuevas o viejas) albergan a 700 millones de personas más que hace 30 años. Léelo de nuevo: 700 millones más que hace 30 años. Mirando su camino imperfecto podemos aprender e imaginar vías para el resto.
Wade Shepard, escritor y documentalista con más de 20 años de viajes por China y Asia reportando su desarrollo urbanístico, me lo describe así: «China ha tenido ejemplos de ciudades desde 0 fallidas e intentos de smart cities que han acaparado muchos titulares, pero son irrelevantes en comparación con el fenómeno real de urbanización del país». ¿Cómo brota y sobrevive una ciudad para millones? El paradigma es Shenzhen, un pueblo de pescadores reconvertido en megaciudad de 13 millones de personas.
Primero, nace
En tiempos de globalización y libre mercado, la clave del crecimiento de Shenzhen estuvo en convertirse en una de las fábricas del mundo por medio del establecimiento de una zona económica especial (ZEE)2. Es decir, una zona con ventajas fiscales. El establecimiento de esas ZEE se suele señalar como el camino a seguir, pero a menudo se omite que la propia Shenzhen eliminó muchas de sus ventajas con el paso de los años: funcionó para arrancar, pero no las mantienen. En palabras de Shepard, «la base fue dar un futuro a la gente pobre», lo que «reconocieron como el reto real de su urbanización». Tenían un problema y una oportunidad con tanta población joven. Pero, además de ingredientes, Shenzhen tenía un «plan maestro» que la orientaba hacia las próximas décadas. ¿Es por ello una ciudad del futuro?
Luego, crece
El pomposo apelativo de plan maestro se refiere a que Shenzhen se planificó para crecer. Su superficie se dividió en zonas autosuficientes y flexibles, no la tradicional distribución centro-periferia, más limitante. Esto favoreció la evolución de su industria: de fabricar juguetes baratos a dispositivos Huawei o coches eléctricos BYD. «Es sin duda la referencia mundial de la tecnología», me dice Miguel Uribarri, que trabajó allí. El diseño planificado también incluyó una amplia red de parques y zonas verdes, que ocupan la mitad de su superficie. Y con los años, los niveles de contaminación se han reducido, o quizás trasladado, al transformarse su industria.
La naturaleza invadiendo lo que deberán ser nuestras ciudades ya se ha asumido como una necesidad. Incluso quienes quieren construir una ciudad futurista (¡en el desierto!) pretenden llenarla de jardines y vegetación. Sí, hablo de The Line, ese proyecto saudí que estaría formado por dos rascacielos horizontales de 170 kilómetros, sin coches y con todo lo necesario a 5 minutos. ¿Una utopía de dudoso criterio? Y tanto, con los responsables ya reculando en sus ambiciones. Pero también nos muestra una tendencia a que el verde domine lo urbano. Porque rodearnos de naturaleza nos hace estar mejor, como explica Edward O. Wilson en su libro Biofilia: un palabro cada vez más presente en los debates urbanísticos.
Tampoco es que Shenzhen sea el Jardín del Edén. Las autopistas urbanas bordean sus numerosos parques, cargadas de coches y motos a pesar de los esfuerzos por promover el transporte comunitario. Son 13 millones de personas, con sus consiguientes retos de movilidad. Si bien es cierto que todos los autobuses públicos y casi la mitad de los vehículos son eléctricos. «Hace 10 años, las motillos que usaban ya eran eléctricas», me comenta Uribarri.
De combustión o cada vez más eléctrico, el coche condicionó el diseño de las ciudades en el S.XX. Ahora muchas quieren ir en otra dirección, pero recuperar el terreno perdido por las personas es costoso. El año pasado, Barcelona redujo los desplazamientos diarios en vehículo privado a menos del 20 por ciento. A pesar de esto y sus áreas cuasipeatonalizadas (superilles), las carreteras siguen ocupando gran parte del espacio público. Más paseos, jardines y plazas reclaman su lugar en nuestras urbes.
Volviendo a Shenzhen, uno de los grandes peros de la ciudad son sus pueblos urbanos, antiguos terrenos rurales que la ciudad se comió, reductos de desigualdad donde los servicios no llegan y las clases más bajas se amontonan.
Para muchos críticos el otro pero es cómo entienden la relación entre la tecnología y sus ciudadanos. Esta megaurbe se considera a sí misma una smart city, la categoría de moda para las urbes que se consideran vanguardia. Tecnología al servicio de los pagos, el transporte y la gestión urbana, sí, pero también de la hipervigilancia. Según comparitech, web especializada en ciberseguridad, no hay ciudad con más cámaras que Shenzhen. Y en un país donde el reconocimiento facial está permitido… pues ok.
De momento, en las ciudades más tecnológicas la privacidad sale derrotada. Songdo, una exclusiva ciudad desde 0 en las afueras de Seúl, es pionera en ser diseñada como smart city. El resultado: un cerebro de la ciudad desde el que se monitorizan comportamientos sospechosos, se optimiza la movilidad (basada en el coche) y ascensores que te esperan sin que los llames. Lo bueno es que desde estas experiencias aparecen contrapropuestas. Marta Peirano, en su libro Contra el futuro, defiende aprovechar las indudables oportunidades de la tecnología, pero «no someterse a la smart city». Apuesta por «Nubes Temporales Autónomas», espacios digitales donde nuestros datos puedan coincidir, resolver un problema y luego desaparecer. Hay otra manera.
¿Qué aprender de casos tan influyentes como Shenzhen o proyectos tan exclusivos como The Line o Songdo? Dos lecciones resuenan en mi cabeza: cada región o problema necesita una solución a su escala y no conviene apuntar hacia utopías. Desde la UE hablan de una Nueva Bauhaus Europea: una iniciativa para repensar cómo usar la arquitectura para que sirva a los ciudadanos (estética, densidad y espacios públicos). En España, nuestros aciertos y errores están a debate: lugares como Vitoria son ejemplos mundiales de ciudad verde, mientras que las ciudades dormitorio (los PAU3) han servido a parte de una generación, pero es a menudo un urbanismo para convivir con iguales y que crea dependencia del coche. Y por todo el país, se acumulan las manifestaciones contra el turismo o la falta de acceso a la vivienda.
En 20 años, ¿cómo deberían ser nuestras ciudades? Hablemos.
El semáforo
🟢 El Nobel de Medicina 2024 ha premiado el descubrimiento del micro-ARN, moléculas clave en el control de los genes y cómo funcionan las células. Este avance apunta a la apertura de nuevas vías para tratar algunos cánceres y fallos cardíacos.
🟠 El estudio Lionsgate firma un acuerdo con la desarrolladora de herramientas de IA Runway. Lo importante: tú me haces herramientas a medida para mejorar mi producción y yo te dejo mi contenido para entrenar tu IA. ¿Es bueno que estudios y tecnológicas colaboren? ¿O se están rindiendo? ¿Y cómo afectará esto a los trabajadores y al arte?
🔴 Mochilas, cuadernos, sudaderas o pupitres antibalas: estos son los productos que algunas empresas comercializan en Estados Unidos para evitar futuras víctimas de tiroteos en colegios. Amiga, date cuenta…
El 24 de octubre: WATIF live!
Lo pasamos tan bien en nuestro evento de inauguración de la semana pasada (estará colgado en YouTube, Spotify y Apple Podcasts este miércoles) que no aguantamos sin organizar ya mismo otro evento en vivo. ¡En 9 días!
¿Qué? Un WATIF live!, un evento presencial en el que podrás ver el videopodcast en vivo, conocernos y charlar con la comunidad.
¿Cuándo? El 24 de octubre a las 19:00 h.
¿Dónde? En el centro de Madrid.
¿Sobre qué y con quién? Será sorpresa. Lo que ya te podemos contar es que habrá cervezas tras la grabación.
¿Puedo ir? ¡Claro! Los suscriptores de pago habéis recibido un correo con los detalles para adquirir vuestra entrada de manera prioritaria (y con descuento). Si no te encuentras entre ellos, deberás esperar para recibir más detalles o hacerte suscriptor de pago y asegurar ya tu hueco en el próximo WATIF live!
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🤝 Hasta la próxima,
En España ya vivimos en zonas urbanas más del 80 por ciento de la población. En 2050, se estima que el 88 por ciento.
Shenzhen se benefició también de su proximidad a Hong Kong, un puerto comercial históricamente muy importante. Pero Shepard me cuenta que China también tiene otros muchos ejemplos de ciudades que prosperaron en zonas interiores menos favorables: Wuhan, Xian.
Hazte un favor y lee La España de las piscinas, de Jorge Dioni López.
A las dictaduras les suena muy bien el control y la "limpieza" de una 'smart city' levantada de cero. Pasa también cuando viajamos a Singapur y nos maravillamos de lo ordenadito que está todo, claro que… a qué precio. Así que a tope con la innovación urbana solo si va de la mano de garantías democráticas, supongo. Muy guay el artículo!
Me ha encantado!!! Esperando el próximo número......